junio 21, 2011

Afidos, Hormigas y Pensamientos: Una lección sobre la colaboración

Los pensamientos son una de las flores mas bellas de la naturaleza. Me fascinan por la combinación fractálica de sus colores, así como por la simetría en sus pétalos. No es de extrañar entonces que el jardín interior de mi pequeño departamento estuviese adornado con esta bella especie.

El problema surgió cuando descubrí que las hojas estaban infestándose de áfidos, también llamados pulgones. Estos insectos parasitarios son la pesadilla de los jardineros. Se reproducen en progresión geométrica y se alojan en las nervaduras de las hojas succionandoles la savia y la vida. Dia tras dia observaba como mis flores languidecían. Decidí entonces que tenia que tomar alguna medida para salvar a mis hermosas plantas.

En eso estaba cuando observé que muy cerca de los maceteros se había formado una larga cola de disciplinadas hormigas. Ocupadas como siempre se mantienen, algunas transportaban algo que parecía alimento y otras les seguían. He aprendido a respetar a las hormigas, quizás por su sentido del orden y organización o por que son inofensivas para los humanos. Pero esta vez concebí un plan. Tomé una pequeña rama seca y la acerqué hasta las hojas infestadas, los áfidos producen una substancia melosa en su excreción y resulta fácil extraerlas individualmente. Uno por uno coloqué varios de estos individuos en la ruta de transporte de las hormigas. Mi plan era incentivar a las hormigas a adoptar una conducta predatoria. Mejor dicho, les estaba ofreciendo comida gratis para que una vez que se acostumbraran al sabor, dieran buena cuenta de mis enemigas. Si, es cierto, estaba propiciando un genocidio al estilo gringo. Mis bellos pensamientos bien valían la pena.

Sin embargo, el experimento no marchaba según lo esperado. Las hormigas al toparse con los áfidos, o bien los esquivaban o algunas, las mas osadas, retrocedían desorientadas o francamente espantadas. Me imaginaba que si estas se organizaran un poquito, unas acosando al afido y otras haciendo un ataque directo podrían vencer. Poco sabía yo –después aprendi a través de Internet- que hormigas y áfidos respetan un acuerdo inter-especies por el cual las hormigas a cambio de tratar bien a sus aliadas, obtienen una substancia nutritiva producida por el aparato digestivo de aquella. Mutualismo le llaman los biólogos. Acuerdo perfecto, pero condena segura para mis pobres pensamientos.

Me encontraba en mi observación, imprecando la cobardía de las hormigas, cuando de pronto ocurrió. La hormiga número veintisiete, se acercó con determinación por detrás de un pulgón de considerable tamaño y lo atacó. Se entabló una batalla en toda regla. Durante la contienda vi como la hormiga hacia uso experto de sus mandíbulas. Finalmente cargó el cuerpo del enemigo a sus espaldas y se lo llevó. Veinte minutos después observé que una segunda hormiga trabó un duelo con otro pulgón y lo venció. El control biológico de plagas se habia iniciado.

Luego reflexioné sobre mi trabajo como zootecnista empírico. Como sociólogo habia esperado que las hormigas se organizaran espontáneamente y adoptaran una estrategia colaborativa. Fué el instante en que un individuo, uno solo, sea debido a que tenía un hambre mayor que sus compañeras o porque se armó de suficiente valor (existe la valentía entre los insectos???), el preciso momento de ruptura del statu quo. Bueno, no se exactamente hacia donde se encamina en estos momentos la relación entre ambos grupos; pero, por lo menos mis pensamientos lo agradecerán.

No creo que haya generado un efecto mariposa –por lo menos confio en que dentro de unos años las ciudades humanas no sean atacadas por ejércitos de hormigas gigantes. Ahora estoy seguro que la cooperación espontánea es un fenómeno cultural, pero que el liderazgo y a veces el valor de uno, el cambio de uno solo, puede generar transformaciones sustanciales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario